El celo apostólico de la Madre nació del descubrimiento de la misericordia infinita de Dios que rodea y envuelve la vida humana, ese amor que impulsa a dar anuncio de la Buena Nueva.
Mantenía unida su vida interior y su apostolado, esto nos hace comprender su unión íntima en todas las dimensiones con su Amado. Para ella sus dolores le impedían poder moverse a misionar pero siempre estaba al pie del sagrario en contemplación, en entrega de sus padecimientos por el éxito de las misiones. Por obediencia al magisterio eclesial.
